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Mica

Pozos agrietados

Ki tisá > Shemot 30:11 - 34:35


En la porción de Torá de esta semana se hace mención al conocido hecho en que el pueblo judío, tras la espera por Moshé, comete idolatría por medio de un becerro de oro (Shemot 32:1-6).


El Rebe explica que la verdadera esencia del acto idólatra está basada en una expectativa personal por cubrir algún deseo material. Es decir, el culto idólatra es en sí un culto para saciar de forma egoísta nuestros deseos. En este acto, explica el Rebe, la persona pone su fe en lo que obtendrá a través de la adoración, aquello que necesita, se centra en lo que pretende recibir.


Como vemos más adelante en la historia, no es un acto que haya quedado sin consecuencia y, es de hecho, considerada una de las transgresiones más grave en la Torá, así lo enuncia la Guemará: "Tan grave es la idolatría, que quien reniega de ella es como si aceptara toda la Torá".


Aunque a veces parece una falta lejana porque no tenemos en frente un becerro de oro, o porque no somos de tal o cual religión, el acto de idolatrar es a veces más común de lo que pensamos. Los ídolos han ido tomando distintas formas a través del tiempo al igual que la manera en la que adoramos o rendimos culto a lo que pensamos que son nuestras “fuentes de provisión”. De modo que es necesario revisar nuestro corazón para descubrir qué o quién realmente obtiene la mayor parte de nuestra atención, esfuerzo y pensamientos ¿Qué deseamos realmente? ¿Cuánto tiempo invertimos para alcanzar nuestros propios deseos? ¿Está D’s en medio de ellos?


Que D’s nos ayude a no dejar las 'fuente de aguas vivas' por 'cavar pozos agrietados' (Jeremías 2:13).

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