El incendio de la catedral de Notre Dame en París, nos hace recapacitar sobre el valor de los monumentos como sellos (garantías) de la memoria.
No es para menos la angustia francesa y mundial por el incendio ocurrido en la catedral de Notre Dame. El edificio, que alberga más de 850 años, es un símbolo parisino por su protagoninsmo histórico en sucesos como la coronación de Napoleón o la beatificación de Juana de Arco. El edificio original se fue, pero ciertamente su monumentalidad ha trascendido y nos permite acercarnos a los hechos.
Si tuviéramos que pensar un monumento que nos regresara al primer Pesaj, no dudaríamos ni un instante en traer a nuestra mente a las Pirámides de Egipto. Fabricadas con el sudor y "maror" de nuestros antepasados, estas obras cuentan con más de 3300 años. Ni el agua, el viento o el fuego han podido con ellas. A pesar de que alguna pueda ocasionalmente sufrir daño o erosión, existen muchísimas réplicas y cada tanto entre la arena se encuentra, como un tesoro devaluado, otra y otra más.
Las pirámides no sólo remiten a nuestro trabajo esclavo sino también a nuestra liberación y victoria. Somos los hijos de esos obreros fabricantes de ladrillos. Nosotros estamos aquí. ¿Los hijos de nuestros opresores dónde están? En las pirámides solo vemos sus tumbas, el sello de la última plaga.
Vivos y libres recordamos y transmitimos a las generaciones.
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