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  • Matt

Afectaciones Necesarias: El Tzaraat

Actualizado: 1 abr 2019

¡Qué importante es cuidar nuestras palabras y nuestras conversaciones! La porción de hoy nos desafía a revisar nuestro corazón y refrenar nuestra lengua.


En una oportunidad, un gran maestro de la Torá recibió la visita de uno de sus discípulos que se acercó a consultarle acerca de su deprimente estado espiritual, y se explayó contándole por qué se consideraba a sí mismo un hombre tan vil e indigno. El maestro le interrumpió diciéndole: “¡Basta ya. No se debe hablar mal de nadie, ni siquiera de uno mismo!”.


Esta semana estudiamos acerca de las señales de impureza que pueden aparecer en la piel de las personas como así también en los objetos, y cómo proceder ante eso. El tzaraat (Levítico 13) es a veces mal traducido como lepra pero, en realidad, se distingue bastante de esta segunda afectación. El tzaraat se manifiesta a través de manchas blancas en la piel u objetos y su raíz es principalmente la maledicencia, es decir el mal habla.


Como cuenta el relato del comienzo, hablar mal de otros e incluso de nosotros mismos es un acto desagradable que tenemos el deber de evitar. Sin embargo, aunque deseamos que no, este mal es moneda corriente en nuestras vidas y muchas veces también en nuestras comunidades.


A veces es más fácil de lo que pensamos emitir un comentario malintencionado, una crítica negativa o una suposición dañina sobre las acciones, la apariencia física o la actitud de alguien. Además, no sólo emitirlas es raíz de esta afección sino también escucharlas.

Un comentario de la Torá Emet nos dice:

El tzaraat se manifestaba en forma gradual, en la medida que el responsable continuaba con sus malas prácticas. Primero se manifestaba en las paredes de su casa, luego en los objetos de cuero y finalmente en su propia piel. Y entonces el Sacerdote debía aislarlo, para que desde la soledad del encierro meditara sobre sus actos que lo llevaron a tal situación.

Aunque en un principio tal manifestación pueda parecernos vergonzosa (ya que hacía público el acto) he pensado en ella como una señal necesaria, una señal de amor. El tzaraat se manifestaba con el fin de que el afectado dejase de cometer tal error. Como nos enseña la Torá, la persona debía ir con el sacerdote y se lo aislaba para quitarle sus impurezas. Las manchas eran una alerta y sólo le dejaban a la persona la opción de reconocer sus actos pues la prueba era material. Una oportunidad de arrepentimiento y aprendizaje.


¿Qué tipo de señales nos alertan hoy en día? ¿Estamos atentos al primer aviso de peligro para frenar nuestra marcha y reparar en nuestros actos? ¡Ojalá que podamos someternos temprano a los procesos de purificación necesarios!

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