Otro año más, D’s nos permitió celebrar sus milagros para con nosotros. El pasado viernes, tuvimos un servicio diferente, donde las velas de la janukiá y las de Shabat se unieron para darnos una porción de luz extra, para hacernos reflexionar y ayudarnos a ver que D’s aún sigue sorprendiéndonos con sus bondades.
Pudimos compartir una cena a la luz del milagro del aceite y la reinauguración del Templo, hemos celebrado y nos hemos divertido al ritmo de los sevivonim. Todo esto gracias a que D’s nos lo permitió vivir.
Janucá nos enseña que no debemos naturalizar los pequeños milagros que D’s cada día realiza para nosotros. El respirar, el sustento diario, el poder reunirnos en comunidad es parte de la obra prodigiosa que Él nos permite disfrutar.
Janucá es la festividad de las luces y de sucesos maravillosos e inesperados, donde los pocos le ganan a los muchos y donde lo poco alcanza para mucho.
Es tiempo que empecemos a ver esa luz brillar en donde antes, quizá, no éramos capaces de verla. Es tiempo que empecemos a ser esa luz, aumentando nuestro brillo como la janukiá aumenta de luminarias.
Que D’s nos ayude a ser luz, su luz, en este mundo que ha dejado de creer en los milagros. Y ojalá que también nos ayude a mantener esa llama aun en los lugares de mayor oscuridad.
Una noche increible... cuando tu sevivon es el que cae en guimel y te llevas las monedas + un enorme mantecol sabes que es tu noche , jajaja